miércoles, 2 de noviembre de 2011

La investigación científica es un aspecto muy importante para el desarrollo de cualquier país, pues gracias a ella es como las naciones logran generar su propia tecnología industrial, fortalecer sus redes de comunicación, elevar su nivel de educación, y hoy en día también se habla de que con su ayuda pueden dar el paso hacia la sustentabilidad.

A lo largo de los años, ha sido muy clara la diferencia entre aquellos países que han dado importancia a su investigación y quienes no lo han hecho. Es lo que, en términos de la Guerra Fría, separa a los países del Primer Mundo del resto del Globo; la línea divisora entre los países atrasados y los avanzados, los económicamente autónomos y los que se ven dependientes de otros para satisfacer sus necesidades alimentarias, energéticas, etcétera.

Desde el inicio de nuestra vida independiente, los mexicanos nos vimos ubicados dentro de esta lista; hemos tendido a caracterizarnos por tener que importar tecnología extranjera, o bien, por vernos obligados a exportar nuestra materia prima para importarla de nuevo ya procesada, tal como sucede con el caso de la gasolina. Suena paradójico que a pesar del reconocimiento que tiene México como país petrolero, el combustible para el movimiento de nuestros automóviles provenga del extranjero.

El caso de la gasolina es sólo una de tantas situaciones en las que nos vemos obligados a depender de tecnología foránea. Suceden escenarios parecidos en la producción de maíz, gas natural y otros productos químicos.

Sin embargo, el gobierno se ve todavía reacio en aumentar el presupuesto destinado a investigación científica. Para afirmar esta premisa basta con ver que el 90% de la producción es realizada por sólo dos instituciones: la Universidad Nacional Autónoma de México y el Instituto Politécnico Nacional. Los demás institutos y escuelas de nivel superior no llevan a cabo tareas de esta naturaleza debido a una falta de motivación causada por falta de apoyo económico.

Cambiar el destino del gasto público en un país donde gran parte del mismo es absorbido por la corrupción y otras irregularidades es una tarea difícil. Sin embargo, en esta revista consideramos que se puede hacer mucho desde el campo de acción de la sociedad civil, la cual puede influir sobre sus instituciones y fomentar el interés de los jóvenes por las labores científicas.